lunes, 2 de mayo de 2011

Beso, Besa, Besamos


El silencio interrumpió el intercambio de monosílabos. Y casi sin querer, se atrajeron, y casi sin querer sus labios se tocaron por primera vez. Aturdidos, dejaron que el silencio se comiera las palabras mientras un largo abrazo decía lo que sus bocas eran incapaces de decir. Disfrutaban de la diferencia de esa experiencia, expertos ahora convertidos en aprendices, novatos con ganas de aprender, de querer, de sentirse queridos.

Y poco a poco aprendieron a perder el miedo, y poco a poco la sensación de vertigo que había inundado sus estómagos durante horas, dias y semanas, se cambiaba por una sensación que casi parecía parar el tiempo. Recuperaron la palabra, la voz, se dijeron cuatro tonterias, y dejaron que cada sonrisa, que cada mirada, dijese las palabras que sus bocas aun seguían siendo incapaces de decir.

No se dijeron adiós. Nunca más se dijeron adios, a partir de ese día siempre se despidieron con un beso, ni una sola palabra. Decían que del mañana se sabe poco, que es imprevisible e incierto, así que si mañana las cosas se torcían, si resultaba que no se volvían a ver más fuese por el motivo que fuese, al menos siempre les quedaría el buen sabor de boca de ese último beso.

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