miércoles, 16 de febrero de 2011

La última vida del último superviviente


Hola, mi nombre es Bear Grylls, he sido entrenado por las fuerzas especiales del ejército británico para ser capaz de sobrevivir en cualquier medio con la única ayuda de los conocimientos adquiridos y los recursos que la naturaleza ofrece. He sobrevivido a las condiciones más extremas poniendo mi vida al límite, he nadado en aguas heladas, he inspeccionado volcanes en erupción, me he bañado con anguilas eléctricas...pero nada comparado con la aventura que voy a contaros hoy, mi última aventura.

Me encontraba en el corazón de La Selva del Amazonas, en la frontera entre Brasil y Perú; ya había pasado tres días y dos noches bajo aquel humedísimo manto verde tras el cual se escondía la inmensidad del cielo. Ya me había conseguido librar del poder superabsorbente de un pozo de arenas movedizas, había sobrevivido al ataque de un puma cuyas heridas curé con la sabia de una planta llamada celosia cristata, me habían picado decenas de mosquitos (que por cierto aquí son como puños) pero gracias a un ungüento hecho con hojas de duguetia riparia las picaduras no habían sido un problema. Había saciado mi hambre gracias a una de las dos pirañas que pesqué en un arroyo con mis propias manos y una tortuga carnívora que andaba husmeando por allí cerca, esta me produjo una importante diarrea que logré subsanar gracias a una infusión que hice con raíz de eleutherine plicata...en fin, un montón de aventuras resumidas en apenas dos días.

Pero nada de lo que me había pasado carecía de una solución fuera de mi alcance, hasta que apareció ella. El chamán de la tribu de los Mayorunas me advirtió en mi anterior visita a estas tierras, de la presencia de aquella especie.

Me encontraba haciendo una pequeña cabaña para poder pasar la noche en un manglar que las intensas lluvias torrenciales de la época habían formado junta al río Xingu; cuando terminé de construir mi humilde pero confortable refugio, me alejé de este tierra adentro con la intención de conseguir unas ramas secas y yesca para con ayuda de mi pedernal hacer fuego para cocinar la piraña que me había guardado, cuando tras unas ramas me encontré con ella, no se porque, pero enseguida supe que era una de esas limiè maten de las que me había hablado el chamán, era consciente del peligro que corría, pero ya era demasiado tarde, su contoneo me había hipnotizado mientras su mirada me había embaucado; supo martirizarme poco a poco, comenzó con inocentes mordisquitos, me amordazó con la sola ayuda de las curvas de su cuerpo, el olor de su cabello inhibía mis ganas de zafarme, pronto supe que la humedad del Amazonas era causada por la cohesión entre el agua de la zona y el calor que ella desprendía; cuando ya me tenía rendido a sus pies, llegó el momento de su ataque mortal, en lo que dura un parpadeo sentí como una especie de daga atrabesaba mi corazón y me robaba el alma, tras esto escuché como se iba y se perdía entre la selva y perdí el conocimiento.

Días después unos cazadores de la tribu Kalapalo me encontraron moribundo en el lugar exacto en el que ella me había sometido, sin rasguño alguno a la vista, pero herido de muerte; siendo esta una muerte lenta y dulce en la que tan pronto el calor de su recuerdo hace subir mi fiebre como se convierte en el frío casi nitrogenado de su abandono.

-HAIKU DE LA SEMANA

-Mariposa-
Te creí mi Sol
metamorfaste en Fa Re
pero te quiero.

-CANCIÓN DE LA SEMANA


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