martes, 18 de enero de 2011

Inspiración: un cuadro llamado Amor




Recuerdo cada detalle de aquel día perfectamente, me levanté en mi humilde habitación alquilada por horas en la Rue Visconti a 2 Francos la hora, no desayuné aquel día (desde entonces no he vuelto a hacerlo)salí corriendo porque me quedaba un largo camino hasta la plaza de los pintores y si quieres coger un buen sitio tienes que llegar bien temprano.

Crucé como un rayo cada avenida, cada calle, cada parque montado en mi paupérrima bicicleta, pasé por delante de la majestuosa Torre Eiffel, crucé los Campos Elíseos, casi arrollo a un jorobado en los aledaños de Notre Dame, crucé el Sena por el Port d'Arcole, un par de giros a la izquierda , un par de giros a la derecha y por fin llegue a la plaza.

Lo primero que hice nada mas llegar fue recostar la bicicleta y mis enseres junto una columna y me acerque a hacer cola en la mas pequeña, pero a su vez mas transitada fuente de París con mi pastilla de jabón para asearme y acicalarme un poco antes de que la gente empezase a llegar. Cuando terminé cogí mis trastos y me pregunté cual sería el lugar adecuado, fue entonces cuando vi caer del cielo una pluma de un ave que no fui capaz de identificar,caía suavemente , como sin ganas de llegar al suelo, como si no le importase como a mi me importaba en que lugar de la plaza caer, y tal fue así que se cayó en un rincón que nadie en su sano juicio elegiría, pero ella lo hizo y yo no se aún el motivo ni la razón decidí ponerme allí, pensé que esa pluma había sido una señal y que ese debía ser el lugar en el que debía colocarme aquel 15 de Agosto.

Mientras desplegaba mi trípode plegable, mezclaba mis pinturas y colocaba en orden ascendente mis pinceles, algunos compañeros se mofaban de mi por haber llegado tan temprano y haberme quedado con aquel sitio; y no les faltaba razón , estuve allí cerca de 4 horas, y nadie se había parado a ver ninguno de mis cuadros, ninguna niña le pidió a su padre que le hiciera una caricatura...nada, parecía un día perdido.

Tras 8 horas allí y cuando ya empezaba a recoger mis bártulos, tras un lienzo y como si de alguna manera me buscase apareció aquella muchacha con esa mirada que parecía contar mil historias tras el silencio, con esa sonrisa que deslumbraría al mismo sol, con esos andares tan simpáticos, de apariencia torpe pero de paso firme; tal vez dos o tres años mas joven que yo, de una clase social acomodada pero con apariencia de haber vivido experiencias de infinitos rangos. Vestía un blusón azul-verdoso con un cinturón ancho negro a la altura de la cintura, zapatos a juego y en el pecho un broche adornado con una pluma igual a la que me había hecho elegir aquel rincón.
Se dirigió a mi tratándome de tú mientras yo necesité tratarle de usted, me pidió un retrato, pero que quería un retrato especial, quería ver el retrato y sentirse una princesa pero que no pareciese uno de esos retratos de nobles tan vacíos en los que aparece el noble de turno sobre un fondo negro, ella quería un mundo de flores, de cosas bonitas y felices. Siendo sinceros antes de que su voz, por cierto de gran cuerpo y llena de personalidad, terminase de narrarme lo que quería yo ya había empezado a dibujar.

Nunca me consideré un pintor mejor que ninguno otro, de hecho la confianza en mi mismo en ocasiones decaía, pero aquel día las líneas convergían en sueños plasmados en mi lienzo, los colores primos se cohesionaban de tal forma que las tonalidades se hermanaban unas con otras, todo fluía mientras ella no paraba de contarme anécdotas variopintas, del último libro que había leído, e infinidad de cosas interesantes de las cuales aquella noche anoté muchas de ellas en mi libreta de las ideas.
Al cabo de media hora quizás tres cuartos , me di cuenta de que estaba pintando con los ojos cerrados, de pronto los abrí y me encontré firmando un cuadro majestuoso, extraordinario, fuera de lo común, y a años luz de mi nivel. Fue entonces cuando ella me preguntó si ya había terminado, yo le respondí que si y le enseñé mi obra; se quedó asombrada, sin palabras; pero me dejó helado cuando dijo "es muy bonito, pero no es un retrato, no es lo que estaba buscando así que me voy , no lo quiero". Y se fue, se perdió entre la gente sin que pudiera decirle nada, sin poder decirle que daba igual, que le regalaba el cuadro, sin poder preguntarle su nombre, sin poder despedirme.

Cuatro días después unos señores en representación del excelentísimo Museo del Louvre parisino se personaron en mi rincón, aquel que la pluma había señalado, y ofrecieron 100 millones de Francos por el cuadro, traté de explicarles que ese cuadro era un regalo que ya tenía dueña mientras ellos se echaban las manos a la cabeza y se tiraban de los pelos preguntándose en voz alta como alguien podía ser tan tonto de rechazar esa oferta y de dejar escapar la oportunidad de ser el pintor mas laureado y famoso de la historia.

Es el día de hoy, tras haber cambiado dos veces de década, incluso tras haber cambiado de milenio, que desde entonces sigo levantándome cada día como aquel 15 de Agosto en la misma habitación de la Rue Visconti, sigo haciendo el mismo trayecto en mi eterna bicicleta, y sigo poniéndome en aquel rincón que eligió la pluma, que por cierto junto con un par de monedas lo único que llevo en mi cartera, con la única esperanza de que algún día aquella muchacha pase por allí y pueda regalarle su cuadro.

3 comentarios:

  1. Eres un fenómeno Duduuuuuuuuuuuu!!! sigue escribiendo que me alegras los ojos!!!! y una cosa: escribe un libro hombre!!! jejejeje.

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  2. y pintaste en ella el cuadro mas bello jamas pintado, y se marcho sin decir si quiera adios. El tiempo pone el trabajo de los asrtistas en su sitio y otras muchas cosas. Me gusto el de hoy, si señor!

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  3. Parece que la esperanza es lo último o lo único que no se pierde. Qué bueno, Sr Dudu!

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