viernes, 10 de junio de 2011

Macario


De pequeño como casi todo hijo de vecino me encapriché con tener un perro, recuerdo que estuve un verano entero tratando de convencer a mí madre de las ventajas que un perro podía aportar a su vida, desde bajar todos los días la basura hasta protegernos del extraño señor de bigote que vivía en la puerta de enfrente. Lo curioso es que los perros siempre me gustaron más bien poco, la única razón de mi interés por tener un perro residía en que se llamase Macario. La televisión ya me empezaba a hacer daño, y por aquel entonces Marco buscaba desesperadamente a su madre por el mundo con la única compañía de su mono Amedio. En España no abundaban los monos, pero sí que había muchos perros y desde luego no había mejor nombre para un perro que Macario, sin duda el nombre era lo que más me gustaba de la idea de tener una mascota. Aquel verano me lo pase imaginando las aventuras que yo y Macario podríamos estar pasando y que nos estábamos perdiendo. El verano acabó y no logré convencer a mi madre con ninguno de mis argumentos, después de aquello nunca más volví a insistir con el tema. Meses más tarde para mí cumpleaños mi madre me regaló un pez que se llamaba Macario, supongo que una de las ventajas de ser padres es que te puedes reir de tu hijo de vez en cuando.

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